La segunda economía mundial se estabiliza en el 6,9% en un año políticamente clave
Este 2017, según las cifras oficiales, la economía china es una balsa de aceite. La segunda potencia mundial creció en el segundo trimestre un 6,9%, la misma tasa que se registró durante los primeros tres meses del año, apoyada aún por las vastas medidas de estímulo desplegadas desde mediados de 2016. El objetivo es garantizar la estabilidad y minimizar los riesgos financieros antes del congreso del Partido Comunista del próximo otoño, cuando se producirá la mayor renovación de altos cargos de la formación del último lustro.
El PIB chino mantuvo un ritmo de expansión que toca máximos de dos años y que supera cómodamente el objetivo marcado por las autoridades para este año, de alrededor del 6,5%. La cifra batió también las expectativas de los analistas, que esperaban una ligera ralentización con respecto al primer trimestre debido al enfriamiento del mercado inmobiliario y los esfuerzos de las autoridades por, de forma paulatina, reducir los estímulos monetarios que han disparado la deuda corporativa.
Que el desarrollo de la economía china es “estable”, “sano” o “constante” es la base del mantra transmitido durante la rueda de prensa de este lunes del portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas, Xing Zhihong. Casi todas las cifras acompañaron: las ventas al por menor -termómetro del consumo- y la producción industrial crecieron en junio un 11% y un 7,6%, respectivamente. La inversión aguantó y las exportaciones han aumentado de media un 15% en lo que va de año gracias a la recuperación de los principales socios comerciales del gigante asiático. El número de empleos creados en las zonas urbanas alcanzó los 7,35 millones.
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